Momentos literarios: El prÃncipe
CAPÃ?TULO III: De los principados mixtos
Debe ser norma a seguir que a los hombres se les ha de ganar -bien por los hechos, bien con las palabras- o aplastar, pues se vengan de las leves ofensas, pero no de las grandes. De tal suerte, el gravio que se haga a un hombre debe ser de tal envergadura que no haya lugar a temer su venganza.
CAPÃ?TULO XVI: De la liberalidad y la avaricia
el prÃncipe gasta lo suyo o lo de sus súbditos, o lo de otros. En el primer caso está obligado a ser parco, en el segundo no debe descuidar ninguno de los rasgos de la liberalidad. […] De esta suerte cabe ser considerablemente más generoso con aquello que no es ni tuyo ni de tus súbditos, […] porque el gastar lo de otros no perjudica a tu reputación sino que, antes bien, la acredita.
CAP�TULO XVII: De la crueldad y de la clemencia y de si vale más ser amado que temido
Volviendo a lo relativo a ser amado y temido concluyo, pues, que, como los hombres aman siguiendo su voluntad y temen según la voluntad del prÃncipe, un prÃncipe prudente debe apoyarse en lo que le es propio, y no en lo de otros.
CAPÃ?TULO XVIII: De qué modo deben los prÃncipes guardar la palabra dada
No es, pues, necesario que un prÃncipe acrisole todas las cualidades mencionadas, pero si muy necesario que parezca poseerlas. Me atreverÃa a decir, incluso, que si las tiene y las observa siempre son perjudiciales y si aparenta poseerlas, útiles. Asà puede parecer clemente, fiel, humano, Ãntegro, devoto y serlo, pero tener el ánimo de tal manera predispuesto que si se hace necesario no serlo pueds y sepas adoptar la actitud contraria.
Nicolás de Maquiavelo, El prÃncipe