Dos almas en el vacÃo
Cuando Viael nació ya tenÃa consciencia de sà mismo. Era, claro, una consciencia muy limitada, ya que no tenÃa conocimiento sobre nada de su alrededor. Esto era asà principalmente porque no habÃa nada alrededor. Viael, desde su primer instante de existencia poseÃa ya una aguda inteligencia, pero no tenÃa sobre qué aplicarla. Ni siquiera tenÃa un nombre, ya que el nombre de Viael, lógicamente, le serÃa impuesto más adelante.
Asà que durante el tiempo que estuvo viajando por el vacÃo, el recién nacido sólo pudo escrutar, explorar y reflexionar sobre sà mismo. Poco a poco fue descubriendo su cuerpo y aprendió a conocerlo y moverlo, aunque aún no le servÃa para nada. Con el tiempo se percató de unas lucecitas que se veÃan a distancias grandÃsimas. Sintió curiosidad por ellas, pero no podÃa hacer nada por cambiar su rumbo y acercarse.
Las posibilidades de que Viael y Amarel acabaran chocando eran Ãnfimas, como la probabilidad de que dos balas se encuentren en su trayectoria. Sin embargo, después de muchÃsimo tiempo a la deriva por el vacÃo, Viael vislumbró una luz, aún más hermosa que todas aquellas que habÃa visto ya. Más adelante en su vida verÃa otras luces más intensas, más hermosas, más poderosas, pero ninguna jamás le transmitirÃa la confianza y la paz que despertaron en él en éste momento.
Si era improbable que se encontraran, más increÃble aún es que el choque no fuera violento, como suele pasar con los cuerpos que se encuentran cuando viajan a gran velocidad por el espacio. La casualidad, y no otra cosa, hizo que Viael viera aproximarse la luz muy suavemente. Con gran sorpresa vio que dentro de aquella luz habÃa un cuerpo como el suyo. El cuerpo era suficientemente diferente para descartar que se tratase de sà mismo, pero tan similar que Viael sólo pudo identificarlo como algo que nunca se le ocurrió que pudiera existir: un semejante.
Cuando estuvieron suficientemente cerca, su nuevo compañero, con curiosidad y sin temor alguno, le tocó con la mano en la cara. Era la primera vez que sentÃan el contacto con algo que no fuera su propio cuerpo, y la sensación fue agradable. Viael acarició el otro cuerpo y pronto se fundieron en un abrazo.
Durante el tiempo de varias vidas humanas, para ellos el Universo se redujo a ellos mismos. La tarea de comunicarse y conocerse exclusivamente a través del contacto les mantuvo ocupados e interesados, y no echaron en falta nada más.
Donde no existo es una historia que estoy escribiendo. Aunque, por lo que se sabe de mÃ, probablemente la abandonaré en cuanto algo me distraiga, finalmente he decidido publicarla en un blog aparte. Podréis seguirlo en Donde no existo. Aún no he decidido si publicaré aquà también los capÃtulos.