Ya se ha dictado sentencia: Saddam Husein morirá en la horca. Era bastante obvio.
Sin embargo, sigue sorprendiendo la falta de visión de los jueces y legisladores. Hace mucho que se sabe lo contraproducentes que son estas penas. George Orwell ya lo explicaba en 1984: los rusos descubrieron que ejecutando a los oponentes, sólo lograban convertirlos en héroes de la causa. HacÃa falta reducirlos, hacerles confesar crÃmenes (reales o no), y que firmaran adhesiones al régimen. Entonces, totalmente desprestigiado, acababan con él.
Obviamente, este no es el camino que hay que seguir con un preso, por muy criminal que fuese. Pero la clave de cuestión es que matándolo sólo se conseguirá crear un mártir, alguien que inspirará a muchos en su lucha contra el “Gran Satán”.
Estoy seguro que con el paso del tiempo y la vejez, el mismo Saddam se desprestigiarÃa a sà mismo, y su sangre rebelde se enfriarÃa, con lo que dejarÃa de ser un mito.
Por otro lado, la pena de muerte es, no lo olvidemos, inhumana. Con ella, nos rebajamos al nivel de asesinos. Eso es especialmente grave en un paÃs en el que parece que los conflictos se arreglan derramando la sangre del enemigo. La ejecución del dictador no será sino echar más fuego a la gigantesca hoguera iraquÃ.
Es difÃcil imaginar a alguien que mereciera más la pena capital. Pero como dice nuestro mago favorito:
Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio ve el final de todos los caminos.
Olórim (alias Mithrandir, alias Gandalf) La Comunidad del Anillo (JRR Tolkien).